dimecres, 8 de juliol del 2009

Fatal animal en peligro de extinción: habitante(s) de Ciutat Vella

Se hizo de noche y las paredes se nos tiraronn encima. No teníamos mucho dinero para derrochar así que decidimos ir a dar una vuelta, como ya hacían nuestros tatarabuelos. Nos adentramos por las calles más recónditas del barrio, por las que nunca nos hubiésemos atrevido a pisar. Pero ahora ya era distinto, no pasaba nada, yo ya no tenía miedo, me sentía una vecina más. Pasamos de temer lo encontrable en las calles desconocidas a hacerlas nuestras.
Compartimos calle con todo tipo de gentes; paseamos por donde se alternan tiendas glamourosas con bares auténticos (o eso es lo que quieren hacernos creer), en medio de plagas de pakis, chinos y bares Manolo de 5 cucarachas.
Nos adentramos al Forat de la Vergonya, ahí decidimos hacernos un sitio sentándonos en un banco de estos modernos i n d i v i d u a l e s. De éstos que además están colocados estratégicamente mal, como si ya de inicio te hubieras peleado con tu interlocutor. Cosas del civismo, seguro.

Es negra noche.

Se nos acerca un bebé mulato corriendo que nos dice hola con la mano reiterativamente, unos adolescentes juegan al básket y otros al fútbol, da igual el deporte que practiquen porque a todos se les escapa la pelota, unas mujeres cubiertas con un chador hablan animadamente, unos guiris nos preguntan por el restaurante superchic de la zona, un amigo convence a otro para ir de putas, pero al final éste se acuerda de su estimada esposa y decide volver por donde ha venido cruzándose con unos jovenzuelos que lucen un par de estrellas rojas.

Mientras tanto, nuestra conversación sigue viva, la brisa acaricia las hojas de las palmeras y nuestros rostros; nos acordamos de los días que salíamos a tomar birras al garito más fashionalternativo y al día siguiente visitábamos a nuestros amigos que preparaban los mejores kebabs entre ratas y pulgas, hablábamos con intelectuales de sus últimas publicaciones, nos mezclábamos con los rumberos de Cornellá que se arrancan por bulerías en medio del Born o conversábamos del tiempo y de sus nietos con la señora que previamente se nos quería colar en el mercado.

Ahora ya ha pasado mucho tiempo de todo aquello y lo recuerdo vagamente. Sólo me acuerdo del nombre de una tienda: "És veí qui s'aveïna" (Es vecino quien se avecina)


y yo...no quiero dejar de serlo.